Les presento  la Tienda del futuro. Recién horneada:

 

Uno se asoma ya a las “tiendas del futuro” agotado, temeroso, temblando.  En los últimos años, ha visto centenas. Y ha visto de todo. El vídeo nos presenta a un “comprador del futuro” que vive en una casa inteligente, donde los aparatos le chivan lo que debe comprar, que camina por la calle con unas gafas inteligentes , que según se acerca a la tienda recibe alertas de ofertas en sus gafas … qué sé yo.

Cuando nuestra “compradora del futuro” (en adelante “clienta tecnológica”)   está en su casa del futuro, está con mesas donde aparecen listas de compra, sugerencias, etc. Va a preparar una fiesta para una amiga, y se va de compras. Va a un supermercado. Según entra en la tienda, el gerente recibe una alerta sobre la  identidad de nuestra clienta tecnológica y una breve descripción de sus necesidades. El gerente deja todo lo que está haciendo y  acude raudo a recibirla y hacerle sugerencias. Vinos, siempre hay que ofrecer vinos a los clientes tecnológicos.
Vemos cómo nuestras compradora tecnológica, luego de ser recibida por el genuflexo encargado, recibe  decenas de mensajes burbujeantes en sus gafas. Pero aún así consigue seguir andando sin tropezarse con las estanterías, o con otros compradores tecnológicos con gafas amuralladas por mensajes. Llega a la panadería, y de repente un mensaje en sus gafas le recuerda que hay un cumpleaños, el de Emma, y que debe comprar una tarta para celebrarlo. Y en vez de mirar hacia el mostrador, bailan por sus gafas inteligentes, una suerte de tartas. El video nos dice que todos los panaderos (conectados con nuestra compradora tecnológica), son en ese momentos conscientes de que ella está preparando el cumpleaños de Enma, y raudos empiezan a poner en marcha su programa de producción para que el pastel esté listo para el final del viaje de la compra.

Luego nuestra chica se va a la sección de frutas. Los estantes se comunican directamente con ella para transmitir información como la madurez de la fruta y ofrecer sugerencias.  Pero ¡alarma! La tienda detecta que nuestra chica está permaneciendo mucho tiempo en frente de las lechugas, cebollinos y melones piel de sapo. Entonces, envía una alarma al gerente avisándole que nuestra chica está rompiendo el guion de los tiempos considerados normales para observar las lechugas , cebollinos y melones piel de sapo. Y corre raudo para preguntarle si necesita ayuda.
Amigos, amigas, en el futuro próximo, no se les ocurra dirigir su carrera hacia la gerencia de una tienda. Será una profesión de riesgo. Y seguramente acortaría su vida en un par de décadas. ¿Se imagina las navidades de 2035 a usted corriendo de pasillo en pasillo, por su tienda atiborrada de clientes tecnológicos parados más de la cuenta ante los brick de leche, las latas de berberechos o los lomos de ciervo? ¿a usted socorriendo a todos esos clientes estáticos? ¿ Y al mismo tiempo recibiendo a la manada de clientes que entran cada segundo por la tienda? No, amigo, amiga, será mejor que contemple otras opciones para su futuro.

Más tarde, vemos en el vídeo cómo se le avisa a la gerente de la tienda que el comprador está “construyendo” una canasta más grande de lo esperado: le llega una alarma con la ubicación de la clienta tecnológica indisciplinada. Se acerca raudo a ver qué es lo que pasa. Mientras tanto, los panaderos están haciendo en ese mismo instante su maravilloso pastel. De hecho, ya está listo. Lo han realizado, natural, orgánica, y saludablemente en los 10 minutos que nuestra indisciplinada compradora tecnológica ha estado en la tienda. La cual camina hacia la salida, y en ese momento decide si le gustaría llevarse los artículos a su casa o hacer que se los entreguen, y confirmar el pago directamente en su dispositivo….

Y así es la trillonésima tienda del futuro. Echo de menos un dron por los pasillos, o autos voladores, o robots parlanchines. Bueno, la verdad es que uno lo agradece que no hayan aparecido.
Lo de las tiendas del futuro, es tan serio como lo es el del “consumidor del futuro”, porque lo que nos dicen con estas apologías del mundo singular, es que las-tiendas-del-mundo y el -consumidor-del-mundo serán uno solo. Punto. Unificándonos a todos y todas en un uno y una. ..

En el futuro habrá tiendas hipertecnológicas, y tiendas con cero tecnología. Habrá consumidores hipertecnológicos, y consumidores zero tecnológicos. En el futuro habrá millones de tiendas distintas unas a otras.  Esa es la realidad.

Pero regresemos a esta versión trillonésima de “la tienda del futuro”: nos presenta una tienda donde usted entrará y todos los empleados, sabrán que usted se compra 4 botellas de vino a la semana y 2 packs de 12 cervezas, y eso que vive solo, uff. Y sabrán el ritmo de consumo que usted tiene de papel higiénico. O que siempre que compra los pepinillos, inmediatamente va a comprar Ketchut, por lo que posiblemente le gusta esa combinación. Una tienda donde usted deberá medir el tiempo de sus dudas, una tienda donde deberá tener preparados los argumentos para decirle al gerente de la tienda que acuda ante su impasividad, que ese mes va a dejar de comprar el vino caro, y que tendrá que optar por otra opción más barata (confiésele la verdad: este mes su cuenta corriente no está de lo más boyante).

Luego, veremos en esta tienda del futuro, digital y inteligentísima, cómo el suelo, las paredes el techo sirven para que aparezcan avisos, luces, fuegos artificiales, barroquismo sigloventiuno. Paredes que cambian de color según pasas a su lado, o según detectan tu estado de ánimo, para que el fatigado y omnipresente encargado acuda veloz a ti, a ver qué te pasa. Y de paso recomendarte lo último de lo último en vinos. Pero tú le dices que no pasa nada, que simplemente estás deprimida o que la vida te va mal, y que solo has ido ahí a comprar un par de cervezas y una caja de bombones. Y sigues tu camino por esa tienda del futuro llena de muebles, paredes, techos, gerentes, panaderos, que lo saben todo de ti, y que te detectan, y caminas por esos pasillos inundados de productos que te tirotean ofertas, que fosforescentemente revientan a tres milímetros de tu globo ocular derecho en la futuristas gafas que en que hora se te ocurrió salir con ellas de casa. Caminas por los pasillos sorteando un tiroteo de ofertas, de informaciones sobre quesos griegos, vinagres de Módena o sales del Nepal sur. Y notas cómo te sigue el gerente de la tienda, los panaderos, los quesos de burguillos, los tres por dos de gel de sales del mar muerto, las tartas del cumpleaños de Emma…. Y al salir de la tienda, te sientes triste, muy triste, te quitas las gafas y te preguntas, qué hicimos para llegar a esto…

Autor: Laureano Turienzo.  Consultor & Asesor empresas Retail