Si por alguna casualidad se preguntara hoy qué comerá y qué beberá en 2017, sería lógico aventurar que la mayoría de ustedes se responderían que, más o menos, lo mismo que en 2016. Somos seres de costumbres.  Los hábitos alimenticios se heredan, viajan con nosotros por nuestras vidas a través de cordones umbilicales invisibles que nos atan enseñanzas pretéritas y legados subcutáneos.

¿Pero qué sucedería si algo acelerara esa mutabilidad en las rutinas alimenticias? ¿Y qué pasaría si las autoridades mundiales decidieran que el decorado debe cambiar con urgencia? En ese caso, usted, en gran parte, no comería lo mismo que el año anterior.

Impongámonos un límite temporal a los datos que aportemos en este artículo. ¿Qué es lo que está sucediendo en los últimos 10 meses?

Ayer, el Gobierno del Reino Unido publicaba un proyecto de ley del que nacerá un impuesto sobre las bebidas azucaradas, a aplicar a partir de abril de 2018. En la Cámara de Lores ya no se culpa a la genética anglosajona, se estigmatiza a las marcas que damnifican a sus compatriotas.

Londres no está sola. Más de 15 países ya han aprobado en sus parlamentos impuestos para penalizar el consumo de bebidas azucaradas. Esta misma semana en los periódicos locales de Letonia, Chile o España se puede leer que sus gobiernos seguirán esa corriente.  Australia, Sudáfrica, serán los próximos. Corren tiempos difíciles para el azúcar. Según la OMS, 600 millones de personas sufren obesidad y 1.900 millones de adultos más, tienen sobrepeso.  Es sencillo: se trata de una pandemia global. La OMS nos revela que una forma de frenar este colosal problema es que los países industrializados introduzcan impuestos sobre las bebidas azucaradas. Se trata de una declaración de guerra sin máscaras: nos dice que el impuesto debe ser del 20% y que el objetivo es claro: qué se desplome el consumo.

En Londres saben que el problema no solo lo tienen ellos y periódicos tan influyentes como The Economist recientemente cruza las fronteras y publica un informe sobre obesidad en España. Nos recuerdan que nosotros también tenemos este problema:  el 17 % de la población española sufre obesidad, mientras que un 53,7 % tiene sobrepeso.  Nosotros también sabemos hacer informes, según el Estudio Enalia elaborado recientemente por el departamento de Nutrición de la Facultad de Farmacia de la Universidad Complutense de Madrid nos informa de que 9 de cada 10 niños y adolescentes españoles superan la ingesta diaria de grasas saturadas recomendadas.

Nunca con tanta intensidad como ahora, los gobiernos han decidido evangelizar a sus gobernados: lo sano os hará mejores, más felices, y de paso nos ahorrará ciclópeas cantidades de dinero.

De repente ,parece que brota un deseo de regular contra lo insalubre. Pero lo sano lleva tiempo estando de moda. En Usa, en Europa, en el primer mundo.

En Atlanta hace tiempo que lo saben y están nerviosos. Cocacola comunica esta semana que de seguir la tendencia de gravar las bebidas azucaradas tendrá que cerrar varias de sus plantas. PepsiCo hace un mes presentó su Agenda de sostenibilidad 2025. Una revolución en el sector. Sinopsis: la multinacional de bebidas y aperitivos se autoimpone como objetivos forzosos transformar su portafolio de alimentos y bebidas y ofrecer opciones más saludables y con menos impacto ambiental.

Cocacola responde ante el comunicado de su perpetuo rival y proclama que ellos también están concienciados con el problema, que seguirán reduciendo los niveles de azúcar de sus bebidas a un ritmo anual del 2,5%. Hemos reducido un 36% el contenido de azúcar de nuestros productos desde 2000, arguyen.  Y arrojan sobre la mesa el dato de que sus líneas Light y Zero ya encarnan el 37% de las ventas.

Pero para hallar la solución que nos socorrerá de este aciago problema no solo basta con batallar contra el consumo de azúcar, la comida rápida también está en el punto de mira. Los retailers del sector lo saben. McDonals nos revela a todos su alma hípster y en la última Cumbre sobre el cambio climático anuncia que en los dos próximos años usará pollos sin antibióticos y leche sin hormonas, y que para el 2025 todos sus huevos provendrán de gallinas no enjauladas.

Los retailers y las marcas lo saben: lo sano es la tendencia. Ayer, 7 de diciembre, Tesco anunció que recorta el 20% de contenido de azúcar de su marca propia de bebidas. El viernes pasado Nestlé informó que ha descubierto como reducir hasta un 40% la cantidad de azúcar en el chocolate en algunos de sus productos. Y todo ello sin cambiar el sabor de los productos existentes. Sus científicos han desarrollado un método para modificar la estructura del azúcar y utilizar menos para hacer chocolate. La materialización del viejo sueño de los nutricionistas: igual sabor, más sano.

Resulta que en 2017 odiaremos el azúcar mientras los vetustos creadores de comida rápida se purifican las manos y procrean alimentos más saludables. Este año que viene nuestro color será el verde. El verde anidará en los supermercados expandiéndose como epidemia contemporánea. 2017 llenará los estantes de los supermercados de productos sanos.  Hablo de bebidas Lights, charcutería veggie, comida sin gluten, integral, orgánica envuelta en eco-packaging…  Veremos cómo las páginas web de las empresas de la gran distribución se llenan de consejos nutricionales, o de cursos de cocina como premios a los mejores clientes. Veremos nutricionistas transitando por los pasillos de los hipermercados, adoctrinando a los consumidores sobre las excelentes propiedades de las marcas que les pagan. Por los pasillos de muchos supermercados americanos ya se les puede ver deambular. Leeremos etiquetas con cada vez más información sobre los ingredientes de un alimento, composiciones químicas o los valores nutricionales.

En el año que viene, los retailers se darán codazos por seducir a los millenians (gran parte de los jóvenes y adolescentes actuales para que nos entendamos). Se trata de fidelizar a los consumidores que alimentarán sus cajas registradoras las décadas venideras. En ese territorio generacional lo orgánico, lo natural, lo bajo en calorías es cool. Ahí, en ese espacio sociológico triunfarán los restaurantes donde se puedan customizar los pedidos, o las tiendas orgánicas, saludables y respetuosas con el medio ambiente.  Ahí, entre los millenians sobrevuela una corriente bulímica en contra de lo de siempre. Ya se sabe: es obligación de los jóvenes derribar los muros que construyeron sus mayores.

Si por alguna casualidad en los próximos días se preguntara, o le preguntan,  qué comerá y qué beberá en 2017, quizá deberá responder que comerá y beberá de una forma más sana. Créame  que es la respuesta correcta: sus  productos favoritos azucarados y grasientos irán perdiendo espacio en los lineales  y  poco a poco se irán encareciendo. La industria, las consultoras, los gobiernos ya han tomado una decisión : en 2017 usted comerá y beberá más sano.